LA ASIGNATURA PENDIENTE
La inserción del indio dentro del mundo político y
social, es en Perú algo que podemos denominar como asignatura pendiente a día
de hoy. Lo que se va a intentar explicar es por qué el sistema político liberal
no representó ni reflejó adecuadamente en Perú la pluralidad cultural existente
en el siglo XIX. Factor éste fundamental para intentar explicar por qué Perú
debe ir a la recuperación en Septiembre.
La participación de la población indígena en la guerra
de Independencia fue limitada y se dio principalmente en las sociedades locales
donde no existía una significativa sujeción servil de los indígenas.
Aún así no se puede decir que los
indígenas no participaran en la guerra. De hecho, participaron encuadrados en
uno u otro ejército, defendiendo intereses que no eran los suyos. Esto supone,
que en un principio la Independencia no recogió las demandas y necesidades de
las sociedades indígenas.
Por esta razón cabe preguntarse, en
primer lugar, cuál era la posición de los criollos con relación a los indios. Para ello debemos tener en cuenta que los
criollos peruanos eran los más conservadores del continente y que la fuente de
poder que reclamaban era la ideología racista antiindígena.
En Perú, además, a esto se le sumaba
el miedo provocado por el levantamiento de Tupac Amaru II y la convicción de
que no había nada que ganar con la ruptura con España.
Por otro lado, la Independencia liderada
por las élites criollas era no más que una revolución política, no una
revolución social. La pretensión primera era romper los vínculos coloniales con
España, pero mantener sus estructuras para utilizarlas en beneficio propio.
Razón ésta, entre otras, por la cual, a pesar de los
intentos por modernizar el país posteriormente, las estructuras coloniales de
dominación se mantendrían. Se creó una sociedad en la que no existían
ciudadanos propiamente dichos. A este respecto, los historiadores han comenzado
a discernir las diferencias existentes entre ciudadano y elector y
la inutilización del término “pueblo”. Las connotaciones del término “pueblo”
en la Francia del siglo XVIII no tenían cabida en Perú. Dicha palabra se
refería en todo el ámbito latinoamericano a los cuerpos corporativos
intermediarios legalmente constituidos de la sociedad tales como los cabildos,
las juntas, etc.. Teniendo en cuenta
esta regionalización el supuesto “ciudadano” se identificaba más con el
“vecino” más preocupado por su relación con el municipio que con la del Estado.
[1]
Un ejemplo de ello se ve en las
medidas progresistas dictadas por San Martín que pretendió hacer que a los
indios se les llamara peruanos, proclamó la abolición del tributo y los
servicios personales a los que estaban sujetos los indios. Pero estas medidas
prontamente fueron mediatizadas bajo la presión de los sectores sociales cuyos
privilegios se veían amenazados.
Más adelante el proyecto de Bolívar
tendría que afrontar, entre otras, tensiones similares. Bolívar proclamaría la
suspensión de los servicios personales de los indios, la abolición de los
curacazgos y la distribución de las tierras de las comunidades entre los
indígenas, con el fin, a priori, de constituir una Nación de ciudadanía
extendida, con base en la pequeña propiedad rural y sin relaciones capitalistas
que pudieran perpetuar el carácter estamental de la sociedad o frenar el
desarrollo de las fuerzas productivas.[2]
Tras las medidas de San Martín, el
pago del tributo fue restaurado en 1826, con el nombre de contribución
personal, y que suponía la octava parte del presupuesto nacional a finales de
esa década. Pero hacia mediados de la década de los años cuarenta constituía la
tercera parte de los ingresos del Estado. De esta manera, se creó una condición
fiscal a los indios que suponía para los indígenas deberes que el resto de la
sociedad no tenía. Este pago sería abolido de nuevo en 1854, aprovechando la
bonanza fiscal, para ganar el apoyo político de los indígenas, y restaurado de
nuevo en 1876, tras declararse la bancarrota. En el año 1895, fue
definitivamente abolido, pero se mantuvo en algunas zonas donde el gamonalismo[3] era
fuerte hasta 1912.
También se restableció el servicio
personal gratuito indígena. En Perú la mas representativa fue el servicio a la
República, que obligaba a los indígenas a trabajar un determinado número de
días al año de forma gratuita en obras estatales. Los indígenas llamaban a este
trabajo forzado “República”, lo que muestra claramente lo que significó para
ellos el nuevo régimen. Este trabajo fue usufructuado por los grupos señoriales
del interior en su propio beneficio, también los municipios usufructuaron
ampliamente de esta fuente de trabajo gratuita.[4]
Por otro lado, la abolición de los
curacazgos que llevó a cabo Bolívar acabó suponiendo un problema para las
estructuras de poder andinas, que se debilitaron frente a las intenciones de
criollos y mestizos de heredar los privilegios de la aristocracia colonial. La
abolición de los curacazgos supuso el golpe de gracia a unas estructuras de
poder indígenas que ya habían visto mermado su poder, sobretodo tras la derrota
de Tupac Amaru. A partir de las medidas de Bolívar, se ha ido articulando una
idea sobre la condición social del indio, al que se sigue teniendo hoy por
pobre.[5] La
implantación de este sistema promovió la expansión de los latifundios a costa
de las tierras de los indios, que a su vez provocó la expansión de las
relaciones de servidumbre.[6]
En cuanto a la economía tras la
lucha anticolonial la expulsión de los españoles peninsulares del Perú provocó
la desaparición de la élite comercial que había organizado la economía
colonial. Se creó una República sin un bloque capaz de levantar un proyecto
económico ya que el vacío en este poder no podía cubrirse. [7]
Se destruyó con la Independencia el
circuito mercantil que unía Potosí con las minas de Huancavelica y Lima, y que constituía,
principalmente, la columna vertebral de la economía colonial. Esto supuso la
fragmentación en espacios económicos desarticulares, en los que no se pudieron
construir apenas espacios socioeconómicos regionales. La consecuencia fue la
debilitación del poder central frente a los espacios regionales que se cerraron
en sí mismos, y el fortalecimiento del poder local, insertándose en una
economía precapitalista de carácter rural-señorial. A esto habría que sumarle
el racismo antiindígena que justificaba la dominación sobre los indios. Todo
ello dio lugar a la afirmación del gamonalismo. [8]
Otro hecho importante fue el establecimiento en el
litoral de la capital de la República de Perú. En Bolivia, por ejemplo, la
capital está situada en territorio indígena y en ella se hablan de manera
habitual el quichwa y el aymara. En Perú, a pesar de que la sierra ha tenido un
peso demográfico superior al de la costa, fue precisamente en esta última donde
se estableció el poder político, marginando, o dando la espalda a la sierra y a
su población mayoritariamente india. [9]
Esto dificultó la creación de fracciones de indios
urbanos. Y, a pesar de las migraciones de mitad del siglo XX de la sierra a la
costa, hoy día sigue creyéndose que no hay indios en la costa.
El desorden social de las primeras
décadas de la vida de la República dio lugar a la aparición del caudillismo
militar. Las guerras civiles e internacionales se sucedían sin cesar, y los
indios eran divididos en bandos que defendían intereses que les eran ajenos.
También el poder de la Iglesia sobre
las almas se perpetuó en los días posteriores a la Independencia. El poder material
de esta entidad no solo se sustentaba en sus grandes propiedades, sino que
cobraba impuestos forzados sobre la producción agropecuaria, que se mantuvieron
vigentes hasta mediados del siglo XIX, siendo de nuevo los indios los más
afectados. [10]
El racismo antiindígena fue un componente
básico del discurso que permitió excluir a los indios del ejercicio de la
ciudadanía, naturalizando las desigualdades sociales en base a un orden en el
que cada uno tiene un lugar inmutable. Debemos tener en cuenta que las razas no
crean el racismo, sino que es el racismo el que crea a las razas. Con que una
limitada cantidad de personas crea que las razas existen, la sociedad se verá
repercutida.
Existe un racismo teorizado que se
vio enaltecido desde finales del siglo XIX a través de una abundante literatura
de esta naturaleza en Perú. Existe también un racismo práctico que impone una
manera de mirar el mundo.
El racismo antiindígena desarrollado
en el Perú es heredero del racismo colonial que portaban los conquistadores. A
este respecto el mestizaje acabó por hundir el intento de crear una “república
de españoles” y una “república de indios”, como solución se creó el sistema de
castas, con el fin de calcular el grado de mestizaje. Al final este racismo fue
interiorizado por los grupos colonizados y tras la independencia fue utilizado
como columna que sustentaba el poder de las élites criollas. El discurso
racista sirvió para legitimar la dominación en el orden oligárquico.[11]
Para las élites criollas y los sectores mestizos que
compartían sus valores la construcción de la Nación pasaba, en algunas
ocasiones, por el exterminio directo de los indios. Para otros, la forma de
superar las taras biológicas de la sangre indígena era promover la inmigración
de europeos o de lo que ellos llamaban “razas vigorosas”, y promoviendo a su
vez el mestizaje progresivo, además de la desindigenización del indio a través
de la educación.[12]
En conclusión, el Estado que se
formó en Perú tras el proceso de independencia se organizó a partir del dominio
indígena de manos de las élites criollas que habían heredado los privilegios de
la antigua élite colonial, a través de una exclusión del indio en la ciudadanía,
legitimándola con discursos de carácter racista antiindigenista.
Nace por tanto una República carente
de ciudadanos , en la que una minoría se siente encarnación de la nación,
dándose una minorización de las mayorías sociales. A diferencia de los
acontecimientos acaecidos en Europa, en Perú se fundó un Estado a pesar de que
no existiera una Nación. Los indios quedaron excluidos de esta nueva Nación, y
los criollos, ejecutando el dominio colonial anterior, fueron los únicos
beneficiarios de las nuevas doctrinas democráticas. [13]
Por otro lado, en el Perú actual se
considera que la población indígena es minoritaria frente a la mestiza, que se
ha generalizado y ha acabado con las bases sobre las que se sentaba la
ideología racista antiindigenista y la discriminación racial. Un añadido es la
visión que se tiene de las instituciones que fomentaban dicha discriminación,
tales como el tributo y el trabajo forzado, la servidumbre, el aislamiento
geográfico, la no integración en la Nación, la perpetuación del gamonalismo.
Pues siguiendo esta argumentación generalizada en el Perú todas estas
instituciones han desaparecido o están en proceso de desaparición, por lo que
la desaparición del racismo es casi palpable.
Sin embargo, el racismo está marcado
por la subjetividad y, aunque las trabas objetivas se superen, es complicado de
eliminar en la subjetividad generalizada de Perú. Aún así, si es verdad que el
mestizaje biológico se ha generalizado, así como, en cierta medida, el
mestizaje cultural, pero el racismo sigue manteniendo una enorme fuerza.[14]
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Bibliografía
Ø MANRIQUE
GÁLVEZ, Nelsón: “Democracia y Nación. La Promesa pendiente”, en : La Democracia en el Perú: Proceso Histórico
y Agenda Pendiente, Lima, 2006.
Ø PÉREZ
HERRERO, Pedro, “La conformación política y social de las nuevas Repúblicas
hispanoamericanas (1810-1834). Caracteres generales.” En: JOVER, Jose María
(ed.), Historia de España Menéndez Pidal: la España de Fernando VII. La
posición europea y la emancipación americana. Vol. XXXII, Espasa-Calpe, Madrid,
2001, pp. 325-364.
[1]
PÉREZ, 2001, pp. 14-16.
[2]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.19-21.
[3]
Es una forma de caciquismo cuyo poder e influencia se fundan en la propiedad de
la tierra. El gamonal es el hacendado adinerado, patrón de muchos peones, que
ejerce una influencia política y económica abusiva en su comarca.
El
gamonal otorga protección a sus incondicionales, concede cargos y canonjías a
los que le sirven y trata de arruinar a quienes discuten su autoridad o
contradicen sus designios.
El
gamonalismo suele ser un caciquismo rural y primitivo, que se mantiene por la
influencia del dinero y por el miedo o la amenaza. Trata de controlar el
destino político de su comunidad y para eso se pone al servicio de los
gobernantes, cualquiera que sea la ideología de ellos, y obtiene una cuota de
poder local. ( http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=g&idind=706&termino
)
[4]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.21-23
[5]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.24-25
[6]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.19-21
[7]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.19-21
[8]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.21-23
[9]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.24-25
[10]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.21-23
[11]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.25-26
[12]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.26-27
[13]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.24-25
[14]
MANRIQUE GALVEZ, 2006, pp.26-27.
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