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LUCES Y SOMBRAS EN EL CRECIMIENTO DE AMÉRICA LATINA. EL CASO DE PERÚ.



El primer sistema de partidos de la República Aristocrática, acabará siendo destruido por el golpe de Augusto Leguía, uno de los candidatos del Partido Civil, que temía perder su segunda elección frente a otro de los candidatos de su propio partido.

La Constitución de 1860 había enmarcado ese sistema de partidos convirtiéndose en la más longeva de la Historia de la República de Perú. Los principios de la República Aristocrática se enmarcaban dentro de los criterios del predominio de la razón sobre la soberanía popular.

La ciudadanía estaba restringida al 2% de la población mayor de edad. El sufragio se ejercía a través de colegios electorales, y el escrutinio final estaba a cargo del Congreso de la República. Por lo tanto, el que controlase dicho congreso tenía asegurado dicho congreso. Los resultados de las elecciones son algo inverosímiles ya que las mayorías se conseguían entre el 61.39% y el 98,85% de votos. Las consecuencias de este sistema estuvieron marcados por vicios como la creación artificial de provincias y la concentración de la disputa política en el control del Parlamento.

Leguía impondrá una nueva mayoría parlamentaria que pondrá fin al primer sistema de partidos y ejercerá el poder de forma autoritaria. El Partido Democrático Reformista será la organización que, creada por el propio Leguía, le apoyará en el poder. Este partido va a tener un fuerte carácter personalista. Con la aparición de este régimen dictatorial el juego de partidos desaparecerá  y el Parlamento pasará a ser un simple apéndice del poder ejecutivo controlado por el dictador. A parte de acabar con el sistema de partidos, se impulsará el proceso de modernización y de apertura al capital extranjero.

La Constitución de 1920, realizada por una Asamblea Constituyente al inicio del mandato del propio Leguía, será modificada dos veces: una en 1923 para asegurar la reelección del dictador, y otra en 1927 para dar a su mandato un carácter indefinido.

El crack del 29 y la creciente protesta social y juvenil canalizada desde fuera de los partidos tradicionales van propiciar el golpe de estado del general Luis Miguel Sánchez Cerro.

Sánchez Cerro decide dar una salida constitucional a sus pretensiones de ser presidente del gobierno y organiza una nueva fuerza política: la Unión Revolucionaria. Cederá el poder a una Junta de Gobierno que se encargará de llevar a cabo elecciones y poner en marcha el proyecto de una nueva constitución.

En las elecciones de 1931 se enfrentarán dos partidos: Unión Revolucionaria, que tenía un carácter muy conservador antiliberalista y anticomunista y que acabó deviniendo en un partido de carácter fascista; y el Partido Aprista Peruano, fundado y presidido por Haya de la Torre y de carácter socialista democrático y progresista. Ambos partidos van a estar enemistados.

Saldrá elegido el partido de Sánchez Cerro y el Congreso tendrá funciones legislativas y constituyentes. A pocas semanas, la situación va a polarizarse y los parlamentarios apristas serán expulsados del Parlamento y exiliados.

En los años 30 surgen los primeros partidos de masas de las historia política de Perú, en un contexto en el que en Europa aparecían los regímenes totalitarios, se daba una crisis del liberalismo y se impulsaban las reivindicaciones sociales. Se inicia en este momento un proceso de enfrentamiento continuado entre la oligarquía y las fuerzas populares.

En 1933, la nueva Constitución ya está preparada y se promulga. La nueva Carta Política trae innovaciones interesantes, pero el artículo 53 marcará su carácter. Según dicho artículo no se reconoce legalmente a las organizaciones de carácter internacional y sus miembros no pueden ejercer ninguna función política. De esta manera el texto pierde su sentido de garante de la integración social y la convivencia civil, desconociendo los derechos políticos de una gran parte de la población que se organizaba alrededor de las fuerzas de la izquierda.

Los partidos a los que va a afectar especialmente este artículo son el PAP[1] y el Partido Comunista, que representaban por lo menos el 40% del electorado, ya que ambos tenían un fuerte peso internacional.

Esta situación va a prolongarse hasta 1945, durante las dictaduras de Sánchez Cerro, Benavides y el gobierno autoritario de Manuel Prado.[2]

Desde la independencia hasta la crisis mundial iniciada en 1929 hay un lapso temporal de poco más de un siglo. Fue un momento en el que tuvieron que tomarse las decisiones acerca de la organización política y económica del nuevo país. La guerra del salitre, desarrollada entre 1879 y 1883, dividió este periodo en dos etapas.

            La primera etapa (1821-1883) fue propiamente de posindependencia. La economía de Perú emergió debilitada tras la guerra de independencia, que había durado casi veinte años, contando desde las campañas de Abascal hasta la rendición de los realistas. Los realistas, una vez vencidos, recibirían los castigos de la ejecución sumaria o el destierro, y la expropiación de sus bienes y caudales. Quienes escaparon a tiempo, se llevaron sus capitales, su experiencia empresarial y sus hábitos mercantiles, provocando la descapitalización y la pérdida de la élite económica.

            Ésta se había desarrollado en los sectores del comercio ultramarino, la agricultura de la costa y la minería de la sierra, lo que provocó que estos sectores tardaran en recuperarse.  El dominio del tráfico comercial en el Pacífico sudamericano, ejercido por los comerciantes de Lima-Callao se perdió. La minería entró en crisis alrededor de 1840, pero a finales del XIX se recuperarían los niveles de producción de la minería metálica.

Tras la guerra, grandes capas de la población quedarían desempleados y aún armados. Los Gobiernos serán incapaces de imponer una coerción legítima, que es una condición fundamenta para la acción de un Gobierno. El bandolerismo se volverá endémico a lo largo de todo el periodo, complicando aún más las comunicaciones dentro de Perú

Las guerras civiles o las guerras contra países vecinos se prolongaron lo que desalentó los negocios, sobretodo las inversiones en minería y agricultura, que dependían de la disponibilidad de los bienes que utilizaban los ejércitos: hombres, animales y capital.

            En la primera mitad del siglo XIX, la población era escasa y se dispersaba por el territorio. Sin embargo, la población fue creciendo a lo largo del periodo, lo que fomentó la expansión demográfica. Dicho incremento, no implicó la urbanización, solo Lima tuvo un incremento demográfico a lo largo del periodo, y no surgió ninguna ciudad importante nueva. De hecho sucedió incluso lo contrario en algunas ciudades que perdieron población.

            El aspecto económico que más atención por parte del Estado recibió fue la cuestión fiscal.  Algunos de los mecanismo usados por el Estado colonial no pudieron mantenerse, por depender del suministro de bienes provenientes de la antigua metrópoli.

            El fenómeno del guano permitió al Estado financiarse a través de la exportación de este fertilizante natural. La economía pública creció, pero ésta reposaba sobre la renta percibida desde el mercado mundial, no sobre las contribuciones entregadas por los ciudadanos. Durante los años del guano se expandió la burocracia, se robustecieron las fuerzas armadas y se iniciaron ambiciosas obras para acondicionar el territorio para el desarrollo del comercio interno y la futura colonización de la Amazonia.

La falta de planificación, la desorientación producida por la falta de demanda y la corrupción en el gobierno hicieron que los proyectos no produjeran el efecto previsto. La deuda pública aumentó. El Partido Civil intentó reintroducir el impuesto como canal de ingreso fiscal para disminuir la dependencia del guano.

            Los civilistas acabaron organizando estancos, incluido el del salitre. La guerra estalló resolviendo el dilema estanco-impuesto, aunque de manera hostil. Chile se quedó con los recursos estancados por el Estado peruano, obligándolo a volver la mirada hacia los impuestos.

            La segunda etapa (1883-1930) emergía de esta manera también de una guerra y de los problemas derivados de la pérdida de riqueza y legitimidad política por parte de la clase gobernante.

            A pesar de las similitudes que hay entre el comienzo de la primera etapa y el de la segunda, al comienzo de esta última no desaparecieron las élites económicas como sí había sucedido en la primera. Durante la época de bonanza del guano el país atrajo a inmigrantes europeos y americanos que serían la clave para una relativamente rápida reconstrucción de la economía en los últimos años del siglo XIX. Además existían los partidos políticos, cuyos integrantes podían funcionar como canales entre las demandas de los empresarios y la labor administrativa del Gobierno.

            La importancia de las infraestructuras llevadas a cabo durante los años de guano resultó útil para la reconstrucción. De un lado las infraestructuras físicas, como las líneas de ferrocarril que unían los puertos con las minas y las tierras del interior. De otro lado las infraestructuras institucionales, cuya máxima expresión se ve reflejada en una inestable Constitución de 1860. En esta carta de carácter “liberal” basó su ideario político el Partido Constitucional, así como en leyes que fomentaran un rápido acceso a las minas, aunque excluyendo a las mayorías indígenas.

            Entre 1885 y 1900 se llevaron a cabo importantes reformas administrativas que supusieron un profundo rediseño de la política tributaria, monetaria y de gobierno territorial. Esto supuso un crecimiento económico importante durante los siguientes treinta años. Se articuló un régimen tributario basado en la práctica del impuesto indirecto, que era más sencillo de cobrar y que para la clase propietaria tenían el atractivo de no tocar sus ganancias. En cuanto al régimen monetario se siguió la estela británica del patrón oro, que le daba mayor estabilidad a la moneda, aunque era demasiado rígido para jugar con las ventajas de la devaluación para el comercio exterior.  Con respecto a lo territorial se llevó a cabo una política de descentralización moderada, dando a las oligarquías locales autonomía frente al gobierno central.

            También se llevó a cabo un relanzamiento de las exportaciones (azucar, algodón, cobre, plata, petróleo, caucho y lanas). El Estado procuró facilitar el uso de la tierra para la agricultura comercial, combatiendo los regímenes de propiedad y el financiamiento del antiguo régimen, subsistentes hasta finales del siglo XIX.

La industria manufacturera no estuvo ausente durante el primer ciclo de este “renacimiento” económico. Sin embargo, iba quedando claro que la industria iba se rezagaba en el crecimiento de la producción, frente a las grandes exportaciones agrícolas y mineras. Este atraso se vio también en las exportaciones del caucho y la lana provocados por errores en la política de concesión de los recursos naturales y el manejo de la mano de obra. Estos productos no pudieron competir en el mercado internacional de materias  primas.

onómico. "imer ciclo de este "siglo XIX. La industria manufacturera no estuvo ausente el financiamieLa detención del impulso de la industria manufacturera fue provocada, entre otras cosas, por la vigencia de una estructura social relativamente cerrada heredada de la época colonial. Un siglo después de la emancipación la mayoría de la población vivía fuera de una economía de mercado y dentro de una economía campesina de autosuficiencia. Esta economía era de baja productividad, dada la mala calidad de las tierras y los pastos y la ausencia de renovación tecnológica. Además las comunidades aldeanas estaban alejadas de las ciudades y privadas de caminos, escuelas, policía y energía eléctrica.

Algunos de los intelectuales de la época comprendieron el perfil excluyente de la sociedad peruana. La solución para el “problema indígena” se vio en la expansión de la educación y de salubridad. Estas medidas requerían de un sustancial aumento de los ingresos fiscales y un fortalecimiento del aparato del Estado, que no podía conseguirse a corto plazo. A esto se enfrentaría la clase exportadora, de cuyas ganancias tendrían que salir los principales ingresos fiscales. En los años veinte se añadió a este plan la construcción de carreteras que pudieran aproximar a los pueblos del interior al comercio y a la civilización, lo que acrecentaba cada vez más el ingreso de recursos estatales.

El gobierno del oncenio leguiísta echó mano de los préstamos de bancas extranjeras y de formas de tributación arcaicas, como las prestaciones laborales campesinas bajo la llamada Ley de Conscripción vial, con el fin de acelerar las obras públicas y reducir costes, evitando la confrontación con los exportadores, entre los que figuraban poderosas empresas inglesas y norteamericanas.

En este contexto estalló la crisis mundial de 1929, que provocó – en lo inmediato – la caída de las importaciones y de los ingresos fiscales y la insatisfacción de las nuevas clases medias y populares.[3]

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Entre las décadas de 1930 y 1940, la percepción de Perú como país con suficientes recursos pero con escasa mano de obra fue cambiando paulatinamente. El problema de la ausencia de mano de obra se había intentado solucionar a principios del siglo XX a través de la inmigración, sin embargo, las opiniones antiasiáticos y los sucesivos fracasos ocasionaron el abandono de esta política.

A partir de las primeras décadas del siglo XX la demografía comenzó a recuperarse lo que se vio como un beneficio por sus efectos en la producción. Fue en este punto en el que las percepciones de aquel Perú despoblado comenzaron a variar por dos hechos; primero, la crisis  de 1929, que afectó seriamente a los exportadores que dejaron de demandar mano de obra; segundo, la ruptura del equilibrio población-tierra. El aumento de población y la ausencia de tierras provocaron una saturación que comenzó a proletarizar a parte de la población. El excedente demográfico emigró especialmente a la costa.[4]

La economía peruana desde 1840 se ha consolidado sobre economías exportadoras que descuidaron el desarrollo de un mercado interno y el bienestar general. Si empresas como IPC o Cerro de Pasco controlaban buena parte de las exportaciones, los beneficios, en términos de la generación autónoma de capital o los encadenamientos internos, eran poco aparentes. El Estado podría haber cumplido una función promotora o redistribuidora en el proceso del desarrollo nacional, equilibrando las ganancias del sector exportador. Éste no fue el caso de Perú.

Los únicos sectores que pudieron haber desarrollado la economía interna fueron la minería no metálica, la industria manufacturera o el sector de la construcción, que se expandió enormemente entre 1990 y 1930, al crecer la ciudad de Lima. [5]

El desarrollo industrial necesita de una inversión constante de capital y mano de obra, recursos que Perú no logró consolidar a lo largo del siglo XIX y principios del XX. En las primeras décadas de la República la inestabilidad política, la ausencia de una red de caminos y de un marco jurídico adecuado dificultaron incluso la exportación de materias primas.

Los medianos comerciantes regionales podían utilizar a su favor, de esta manera, la posesión de circulante para monopolizar el crédito a pequeña escala, otorgándoles cierta ventaja económica frente a campesinos y mineros. En este contexto la industria se redujo a la producción a pequeña escala de jabones y telares en los obrajes. Aún así se desarrollaron circuitos mercantiles que abarcaban diferentes regiones sobre la base de dos productos de consumo importantes: la hoja de coca y el aguardiente.

A mediados del siglo XIX el mayor estímulo de la demanda interna estaba representado por el aumento de gasto estatal en burocracia civil y militar y  en infraestructura ferroviaria y marítima. Esto promovió el desarrollo de una industria de bienes de consumo en la ciudad de Lima y en Cuzco principalmente, creándose fábricas como “Tres amigos”, que reabrieron el debate sobre la protección de las industrias nacientes. Mientras esto ocurría aparecieron empresas de golosinas, fideos y cerveza de inmigrantes europeos.

Los límites del desarrollo industrial se encontraban en la competencia de los productos importados y en la falta de fluidez de las transacciones comerciales debido a la ausencia de un sistema monetario coherente y un sistema de crédito que permitiera el acceso al capital necesario para mejorar las fábricas.

El sistema financiero durante el periodo del guano no funcionó como ente que articulaba la circulación de capital entre los sectores productivos, sino que se concentró en los préstamos al Estado peruano. Esta especialización llevó a la quiebra a la primera experiencia de banca libre de Perú, dejando el crédito para la producción y el consumo en manos de casas comerciales extranjeras.

Estas empresas organizaron negocios de importación importantes de bienes de consumo y de capital a partir de una red mercantil basada en comerciantes mayoristas y minoristas. Esta red se basó en la habilitación y el enganche, frenando así cualquier posibilidad de formarse un mercado laboral.

La crisis financiera y política tras la guerra del Pacífico consolidó las redes mercantiles creadas por las casas comerciales como los agentes más importantes del mercado peruano. Tres fenómenos marcaron la nueva época: la diversificación de las exportaciones, la estabilidad institucional burocrática y financiera y la devaluación de la moneda de plata. Éstas contribuyeron a la formación del primer proceso de industrialización liado a un mercado interno en Perú, demostrando la posibilidad de desarrollo autónomo.

El sector textil de algodón y lana fue el que más se desarrolló y permitió modestos desarrollos regionales. Al necesitar fuentes de energía para sus telares, las empresas textiles, tanto en Lima como en Cuzco, fueron responsables de la formación de compañías eléctricas. Además estaban amparadas por la protección que le ofrecía el tipo de cambio al producir uno de los productos que más se importaban. Este proceso tuvo dos limitaciones:

1.      El poco desarrollo del mercado laboral, debido a la competencia de la minería y la agroexplotación,  ya que la demanda industrial por trabajadores era menor y era subsanada por mujeres. Al no existir un mercado laboral extendido u libre era difícil contar con un amplio número de consumidores a nivel local.

2.      La ausencia de la capacidad del sector industrial para captar la reinversión de los recursos generados por las exportaciones. Se debía consolidar un sistema financiero diversificado, pero los banqueros estaban más interesados en invertir en el comercio importador, en el crédito hipotecario urbano y en lograr la estabilidad monetaria que les permitiera atraer inversiones del capital financiero internacional.

La especialización del capital financiero en créditos hipotecarios primero, y en el sector agroexportador, después, impidió que llegaran capitales a la industria en un momento en que la coyuntura del comercio exterior no le era favorable.

Al final, lo que ocurrió en las principales ramas del sector fue un proceso de concentración  del  capital,  del  cual  se  beneficiaron  las  empresas  que  eran  propiedad  de  una casa comercial o cuyos dueños eran miembros de los directorios de los bancos y, por tanto, tenían aseguradas las líneas de crédito. El nuevo impulso al fortalecimiento de un mercado interno fue dirigido por el Estado, a partir de la segunda mitad de la década de los años treinta, por medio de la construcción de un sistema de carreteras y la instauración de una banca de fomento y de un sistema de salud; sin embargo, el nuevo impulso para el desarrollo industrial interno vendría nuevamente en los años cincuenta de la mano de un nuevo boom exportador.[6]

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BIBLIOGRAFÍA


Ø  HAYA DE LA TORRE, Agustín: “El sistema de partidos políticos en el Perú y la nueva ley”, en: Investigaciones sociales VIII nº13, Lima, 2004, pp. 207-234.

Ø  CONTRERAS, Carlos et all.: “Economía de la primera centuria” en: Compendio de historia económica del Perú, Tomo IV, Perú, 2011.





[1] Partido Aprista Peruano.
[2] HAYA DE LA TORRE, 2004, pp.209-211.
[3] CONTRERAS, 2011 pp. 17.agina e las importaciones y de los ingresos fiscalesre los que figuraban poderosas empreas y trafico de drogas
 a la
[4] CONTRERAS, 2011 pp 85-86
[5] CONTRERAS, 2011 pp 227
[6] CONTRERAS, 2011 pp 295-297

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